lunes, 27 de abril de 2015

DEL CINE Y MARILYN, AL CONCILIO VATICANO.

Y en el cine habían obtenido muchos éxito películas como: “Lawrence de Arabia”, “psicosis”,” 2001, odisea del espacio”, “Mary Poppins”, “My fear Lady”, “Los pájaros”, “Un hombre y una mujer”.
Pero sin duda la película de mayor aceptación juvenil por el tema planteado, fue “West side story”, conocida como “Amor sin barreras”.

La película era una versión musical, muy bien elaborada basada en la obra “Romeo Y Julieta” de William Shakespeare.
“Las pandillas” norteamericanas eran aún algo desconocidas en nuestro país, sin embargo la trama presentaba en el fondo una dramática historia de amor.


Una mención especial merece la actriz Marilyn Monroe, seguramente el rostro más reconocido por los medios de la época en el aspecto cinematográfico.
Sin duda fue una de las actrices norteamericanas más reconocidas y populares del siglo XX, modelo que se transformó en el icono y símbolo sexual de aquellos años.

Provocaba las más encendidas pasiones entre los jóvenes de esa generación.
Inició su carrera en Hollywood en el año 1945 y su carrera en ascendencia fue interrumpida en el año 1962.

Filmó decenas de películas y lleno cientos de revistas con sus fotografías.
Falleció el cinco de agosto de ese año, a causa de una sobredosis de barbitúricos en circunstancias que nunca fueron esclarecidas.
Su muerte provocó una gran consternación, no sólo por lo trágico de ese hecho, sino por lo inexplicable que había ocurrido con su exitosa y glamorosa vida.


En otro orden de cosas, en el año 1962, ocurriría un hecho trascendente, un hito de aquellos años, que estaba vinculado a la Iglesia Católica.

La realización del Concilio Vaticano II.
En el año 1962, presidía la Iglesia Católica el Papa Juan XXIII, quien había sido investido en el año 1958 y en menos de un año realizó la convocatoria para que la iglesia Universal participara de un concilio.
Lo curioso de esto, es que el Papa Juan XXIII, en virtud de su edad fue considerado como “un papa de transición”. De hecho Juan XXIII falleció en pleno desarrollo del concilio en el año 1963 cuando aún no se publicaban los documentos oficiales del concilio.
La iglesia católica tuvo entre sus objetivos” Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles”, pero en esencia se trataba de una puesta al día, de “un aggiornamento” en múltiples aspectos.
El último Concilio, el número uno, había resultado infructuoso al finalizar abruptamente en el año 1870.
Las conclusiones y las resoluciones del Concilio Vaticano II, calaron hondo en la sociedad de la década del sesenta provocando escándalos y reacciones entre los feligreses. La idea de que “lo que viene de Dios es inamovible”, habló por si sola.
La misa, que siempre se celebró en latín, ahora se realizaría en la lengua de cada nación. El celebrante que daba las espaldas a la asamblea, tomaría una posición frontal.

El canto tan solemne que se escuchaba en la Eucaristía en idioma latino, ahora se podría interpretar con guitarras:
La asamblea que era observante, ahora adquiría un rol de participación permanente.
Los curas cambiaban sus sotanas por un traje normal.
Y las antiguas tradiciones de cubrirse la cabeza con un velo negro o café, perdieron vigencia.
La iglesia estableció que lo sacro no tenía mucho que ver con los ropajes del ritualismo, de tal modo que puso al alcance de los laicos, lo que siempre estuvo reservado para los monjes.
Los frutos del concilio no se hicieron esperar y la juventud de los años sesenta, vibró como ninguna otra generación, de las nuevas disposiciones pastorales.
Los templos de llenaron de una renovada juventud que mezcló los cánticos, los bailes y la alegría con una nueva liturgia.
Hacia fines de la década, la Iglesia era socialmente el principal referente de las organizaciones.

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